Según el último informe de El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (más conocido por sus siglas en inglés, IPCC); las emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero), excluyendo el CO2, provienen principalmente del sector ganadero y agrícola, dominando las emisiones de N2O (casi 300 veces más perjudicial que el CO2) y de amoniaco ambos procedentes de los suelos de las granjas, y las emisiones de metano a través de la fermentación entérica, la gestión de estiércoles, y las emisiones de los arrozales.
Las emisiones generadas por el sector agrario suponen un 14% del total de las emisiones de España y 22% de las emisiones de los sectores difusos.
Los impactos en los distintos niveles serán especialmente adversos en los ecosistemas agrícolas y pueden dar lugar a una disminución de la productividad de los cultivos lo que se contrapone a la previsión de una mayor producción agrícola para abastecer el aumento de la demanda mundial de alimentos. Es por ello que se precisa introducir cambios en las actividades de este sector, sobretodo en lo referente a la gestión de estiércoles, ya que es dónde hay un gran margen de actuación para que este sector no contribuya en tan alta proporción al calentamiento global.
Es precisamente en este punto donde la puesta en marcha del Proyecto Circular Humus-Spain actuará dotando de un mejor tratamiento a los estiércoles que serán valorizados mediante su reciclado en enmiendas orgánicas generando una serie de beneficios ambientales, sociales y económicos.
Precisamente estas enmiendas orgánicas ayudarán a combatir uno de los mayores problemas ambientales a los que se enfrenta nuestro país: el avance de la desertificación.
Esta degradación del suelo también tiene un elevado coste económico y, de hecho, una evaluación de impacto realizada por la Comisión Europea mostró que los procesos de degradación del suelo en Europa podrían costar hasta 38.000 M € al año (Van-Camp et al., 2004).
Consciente de la gravedad de la situación de los suelos en Europa que puede agravarse debido al calentamiento global, ha surgido un llamamiento internacional «S.O.S SOIL «SAVE ORGANICS IN SOIL » . Este manifiesto «llamada de socorro para los suelos orgánicos» destaca la importancia de la materia orgánica del suelo y anima a los responsables políticos a desarrollar instrumentos para que Europa avance hacia la implementación de prácticas de gestión del suelo sostenibles y resistentes al clima.
El documento describe como el compost de alta calidad procedente de los desechos biológicos es una fuente útil de nutrientes y tiene muchos otros efectos positivos en los suelos.
Accede aquí al documento original del manifiesto: Manifesto-SOS-Soil.
La creciente desertización del suelo en todo el mundo y en España específicamente produce consecuencias medioambientales graves que van más allá de la reducción de superficie viable para la agricultura. Este fenómeno tiene efectos devastadores en la biodiversidad del planeta, ya que, como es bien sabido, desempeña un papel equilibrador y defensivo contra plagas, enfermedades y degeneración de nuestro entorno. La desertificación también reduce la capacidad de capturar el CO2 en forma de materia orgánica en el propio suelo y de retener el agua en los acuíferos para evitar la escorrentía.
Uno de los causantes principales de la desertificación es la agricultura intensiva que, con sus métodos industriales de cultivo y su aportación masiva de productos químicos, no sólo reduce la fertilidad del suelo, sino que también elimina su capacidad de retener materia orgánica. El sistema de cultivo convencional no es sostenible en tiempo y la agricultura ecológica y biodinámica se enfrenta al reto de recuperar los suelos perdidos y demostrar que puede ser una alternativa sostenible para la humanidad.
El suelo es como la piel de la tierra. Al proteger el suelo protegemos el clima. Después de los océanos, los suelos son el segundo reservorio de CO2 más grande de la Tierra. Contienen tanto carbono como las plantas y la atmósfera juntas, por lo que cuanto más carbono almacenemos allí, mejor será para el clima y para la calidad de vida en la Tierra.
La restauración de las tierras agrícolas degradadas y el aumento de la tasa del carbono en el suelo juegan un papel importante en el triple desafío que constituyen la seguridad alimentaria, la adaptación de los sistemas alimentarios y de las personas al cambio climático, y la mitigación de las emisiones producidas por los humanos.
En este marco, cobra sentido la “Iniciativa 4 x 1000: Suelos para la seguridad alimentaria y el clima”, impulsada por el Gobierno de Francia en la COP21, para asegurar que la agricultura juegue un papel relevante en la mitigación y adaptación al cambio climático.
¿Porque 4 x 1000?
Poniendo en relación la cantidad de C emitido de manera anual a la atmósfera (0,0089 billones de t) con la cuantía de C almacenada en el suelo (2,4 billones de t), resulta que las emisiones anuales representan el 0,4%, o lo que es lo mismo, el 4 por mil (4‰) de la cantidad de C almacenada en el suelo.
En base a ello, una tasa de crecimiento anual del 0,4% de las reservas de carbono del suelo, o 4 ‰ por año, en los primeros 30-40 cm de suelo, reduciría significativamente la concentración de CO2 en la atmósfera debido a las actividades humanas.
Esta tasa de crecimiento no es una meta normativa para cada país, si no que se busca demostrar que incluso un pequeño incremento en el almacenamiento de carbono en los suelos es crucial para mejorar la fertilidad de los mismos y la producción agrícola, contribuyendo así a conseguir el objetivo a largo plazo adoptado en el Acuerdo de París, de limitar el aumento de la temperatura por el cambio climático a un 1,5%.
Todo esto está relacionado con el incremento exponencial de la población y nuestra capacidad de alimentar 9,800 millones de humanos en el 2050 en un contexto de cambio climático. La degradación de los suelos amenaza ya a más del 40% de las tierras emergidas y los desajustes climáticos aceleran este proceso.
Son varias las prácticas agrícolas que propone la iniciativa como reducir la deforestación o fomentar practicas agrícolas que aumenten la materia orgánica del suelo (MOS).
Porque es importante este desafío para España:
Nuestro país es el que presenta un mayor riesgo de desertificación de entre todos los de la UE. En España, el 74% del territorio se encuentra en riesgo de desertificación y un 20% corre un peligro muy alto de convertirse irreversiblemente en un desierto, por lo que estamos hablando del principal problema medioambiental al que se enfrenta nuestro país.
Es por ello que el Gobierno español ha declarado a la desertificación del suelo como el mayor problema ambiental del país. Se necesitarán grandes cantidades de enmiendas orgánicas para la biorremediación de estos suelos, y en este punto la puesta en marcha del Proyecto Circular Humus-Spain podría proveer de grandes cantidades de Materia Orgánica (MO) para ello.
En gran parte esto es así por razones históricas como la minería destructiva y la sobreexplotación. En esas áreas, la tierra productiva se ha vuelto incapaz de producir cosechas sustanciales para la vida humana o animal, aunque puede quedar algo de vegetación.
Ya sabemos que la capacidad de resilencia de un suelo se mide por su calidad en Materia Orgánica (M.O). Las temperaturas más altas promueven una descomposición más rápida de la materia orgánica en el suelo debido a un impulso térmico para la actividad microbiana. Esto acelera la liberación de CO2 y CH4 a la atmósfera a través del aumento de la respiración del suelo (actividad microbiana), aunque también puede estimular niveles más altos de crecimiento de las plantas con mayor secuestro de carbono e insumos al suelo.
Estos cambios no afectan por igual a todas las áreas, por ejemplo, si aumenta la temperatura en las zonas húmedas, como Galicia, probablemente los microorganismos del suelo trabajarán más rápido, consumirán más materia orgánica, y emitirán más CO2. Es decir esas zonas se harán más contaminantes en CO2.
Como reconoce el informe Impactos y riesgos derivados del cambio climático en España (2021), elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, se espera, por un lado, un aumento generalizado en la intensidad y magnitud de las sequías meteorológicas e hidrológicas bajo escenarios de cambio climático —debido, principalmente, al aumento de la evapotranspiración y a la reducción de las precipitaciones— y, por otro, una creciente aridez y un aumento del riesgo de desertificación.
Antonio Turiel, doctor en física, investigador del CSIC y experto en energía y cambio climático, es claro: “Un escenario de aumento de tres grados haría que en España la única zona habitable realmente fuera la cornisa cantábrica y alrededores. El resto sería inhabitable, salvo alguna zona del Pirineo y Prepirineo”.
Un ejemplo de esto, es el estudio llevado a cabo por el CREAF, el CTFC y la UAB, donde se concluye que en España el clima y el tipo de vegetación determinan en gran parte la cantidad de MOS almacenada. Por tanto, si los pronósticos advierten de un futuro todavía más caluroso y seco con una mayor desertización, esto podría provocar que se redujera la cantidad de carbono en stock y hacer que nuestros suelos se convirtieran en emisores netos de CO2, lo que a su vez, calentaría más la atmósfera.
Es tiempo de actuar ya, y esto es lo que propone la iniciativa «4 x mil» con la que el Proyecto Circular Humus-Spain se encuentra completamente alineado.
Conoce el proyecto 4 x 100 aquí