Los últimos avances tecnológicos como la resonancia magnética (la misma que se utiliza para mirar en el interior del cuerpo humano); no ha permitido conocer más sobre cómo se forma el carbono en el suelo agrícola. Podemos recurrir a técnicas como o el  uso de trazadores isotópicos como el 13C y el 14C —que se usan, por ejemplo, para datar los huesos prehistóricos—.

Gracias a estas técnicas se está conociendo más acerca del rol que tienen las raíces en la formación de la MOS. Las raíces más pequeñas tienen una vida muy corta y  cuando mueren tras «explorar» el entorno se depositan en torno a las raíces vivas en un fenómeno al que se le ha bautizado como «Rizodeposición». Por lo tanto aportan nutrientes y carbono al suelo que quedan disponibles para la planta.

Además se conoce que las raíces liberan compuestos simples que estimulan la formación de materia orgánica del suelo (MOS), son los llamados exudados de las raíces. Conociendo ya bien este hecho, podríamos plantearnos la pregunta de que aporta más carbono al suelo, ¿la deposición de las hojas aéreas de la planta o las propias raíces?.

Esta es la cuestión que han querido resolver en un reciente estudio llevado a cabo en conjunto por la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), el INTA, el CONICET y las universidades de Mar del Plata y de Stanford. El estudió reveló que la rizodeposición aportó hasta un 46% de la materia orgánica asociada a la parte mineral del suelo, que es la más estable, mientras que las raíces y la parte aérea aportaron a esa fracción sólo 9% y 7%, respectivamente. Este trabajo demuestra, por primera vez, la importancia de la rizodeposición para los suelos y los ecosistemas. Conocer bien esta proporción podría ayudarnos a obtener unos cultivos más sanos y productivos.

Este es uno de los estudios que demuestran que son las raíces y no la parte aérea de la planta las que aportan un mayor contenido de carbono en el suelo. El carbono es el elemento que regula la presencia de micro y macro-nutrientes. Por lo tanto la actividad de rizodeposición como resultado de la muerte de las raicillas y la liberación química de los exudados estimulan la actividad microbiana formando una rizosfera saludable capaz de sustentar una plantas más sanas que se «autoabastecen» de nutrientes y carbono mediante esa rizodeposición.

Este trabajo de investigación publicado en Science Advances buscaba  cuantificar los aportes de cada fuente a las dos fracciones de la materia orgánica: la particulada y la asociada a la parte mineral del suelo. Este es el carbono más estable ya que queda «encapsulado» entre  arcillas y limos del suelo. Los resultados obtenidos tienen un impacto a nivel global para la sustentabilidad de los ecosistemas, la producción sana de cultivos, y para replantear el mejoramiento genético vegetal.

 

Exudados a la carta

El investigador jefe de este trabajo, Gervasio Piñeiro declara:

“Es muy interesante, ya que aún no se sabe muy bien por qué existe este mecanismo. Las plantas generan raíces y al mismo tiempo exudan compuestos hacia fuera, hacia la tierra. Son compuestos sencillos, azucarados, ‘ricos’ para los hongos y las bacterias del suelo. Es como si las plantas los liberaran para que allí se alimenten esos microorganismos. Y cuando éstos ‘comen’, a su vez liberan al medio nutrientes inorgánicos que las plantas absorben y usan para vivir”.

 “En este trabajo descubrimos que a través de la rizodeposición, las plantas, además de darle de comer a los microorganismos están contribuyendo a formar materia orgánica estable del suelo, esa que se ‘pega’ a las arcillas y a los limos. Eso es novedoso, porque antes pensábamos que la materia orgánica del suelo se formaba a partir de pedazos de raíces o de tejidos vegetales de difícil descomposición y que una parte importante de esa materia orgánica era el humus, una molécula muy compleja. Pero ahora sabemos que, en realidad, esta materia orgánica estable se forma principalmente a partir de los compuestos sencillos”.

Según el investigador, este hallazgo tendría impactos a nivel global, ya que sus resultados son extrapolables a todos los ecosistemas del mundo, incluyendo a los agroecosistemas. “Ahora se sabe que si queremos generar materia orgánica en el suelo, de alguna manera debemos contar con plantas que produzcan mucha rizodeposición. Y ese es un rasgo que hay que empezar a medir en las plantas. Claramente, la meta es que haya más raíces activas rizodeponiendo al suelo”.

Gervasio Piñeiro señaló que el hecho de que el mejoramiento vegetal busque cosechar cada vez más implica, también, un problema. “Esto surgió de la revolución verde. Cosechamos año a año más maíz, más soja, más girasol… Logramos más rinde —lo cual es fundamental para alimentar al planeta—, pero olvidamos otras funciones que cumplen esas plantas para que el ecosistema funcione, como producir más raíces que exuden y generen materia orgánica. Normalmente, si una planta con poca raíz produce mucho grano, la seleccionamos. Si no puede tomar su agua, la regamos. Si el suelo se vuelve infértil, lo fertilizamos. Todo esto hace que el ecosistema se vaya degradando”.

“Tenemos que pensar en un nuevo mejoramiento vegetal que se enfoque en el ecosistema. Obviamente, hay que buscar producir más órganos cosechables, pero también debemos empezar a mirar con lupa características como la producción de raíces y la rizodeposición, o la fijación de N, o la atracción a depredadores y polinizadores. Todos esos rasgos de las plantas son importantes para que los agroecosistemas sean más sustentables. Incluso, debemos tender a que en los campos haya plantas todo el año, y no sólo durante algunos meses. Por eso, una buena alternativa son los cultivos de servicios”, indicó.

Fuente: http://cultivosdeservicios.agro.uba.ar/