El sector ganadero tiene un alto potencial de circularidad en sus actividades. Entre ellas está la de dar valor a residuos y subproductos agroindustriales no destinados al consumo humano. Su participación en el reto de economía circular impulsada por la Unión Europea puede suponer una fortaleza para este sector que se está viendo sometido a una nueva presión normativa que se traslada a un aumento en los costes de producción, y a una presión social para rebajar el impacto ambiental de su actividad. Además, al desarrollarse las actividades de este sector mayoritariamente en zonas rurales, la reutilización y reciclado de los residuos o subproductos generados (estiércol, lana, suero de leche, etc.) ofrece nuevas oportunidades de negocio para estas zonas rurales, contribuyendo a la sostenibilidad ambiental y fijación de población.
Reducir, reutilizar y reciclar son los cimientos de la economía circular (EC), este modelo económico que está siendo liderado por la Unión Europea (UE) y cuyo objetivo final es el de alcanzar la neutralidad climática antes de 2050. Este cambio de paradigma está afectando a todos los sectores productivos lo que a su vez está llevando a un cambio de mentalidad de la sociedad para poner fin a la corriente de «usar y tirar» en el que estamos inmersos, adquiriendo unos hábitos más responsables con el medio ambiente tanto en lo referente a el consumo como en los modos de producción.
El agotamiento de las materias primas causado por un consumo de recursos mayor de lo que la naturaleza puede gestionar y la manifiesta contaminación del agua, de la tierra y del aire pasan a ser valorados socialmente por su importancia real como bienes finitos e indispensables para la vida. Para establecer unos claros objetivos por sectores, para que estos sean públicos y para incentivar la participación social, la UE creó los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenibles).
Estos ODS hacen de la EC una prioridad internacional en la lucha contra el cambio climático y marcan el futuro de la economía a través de la senda del desarrollo sostenible, entendiendo este como el que cubre las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de futuras generaciones de cubrir las suyas en todos los niveles considerados (económico, ambiental y social).
Cerrar el círculo supone un rediseño de todos los procesos de producción para optimizar la utilización de estos recursos renovables, para ello se necesita una fuente de inspiración y una importante dosis de investigación, tecnología e innovación, no falta de inversión, donde el residuo o subproducto generado adquiere un papel protagonista (reutilizado o reciclado) como materia prima, dejando el valor añadido de su transformación en la zona de producción.
En el sector ganadero este rediseño de los procesos de producción supone la utilización de recursos biológicos renovables (bioeconomía) procedentes de la tierra y el mar (plantas, algas, microorganismos, subproductos orgánicos y animales) para obtener productos con valor añadido (alimentos, energía, materiales o servicios), minimizando las fugas y recirculándolos en la producción.
En esto consiste nuestro proyecto circular Humus-Spain, un proyecto completamente alineado con el Pacto Verde Europeo que persigue alcanzar esta EC, y concretamente dentro del sector agropecuario con la Estrategia ‘De la Granja a la Mesa’ que tiene entre sus objetivos la reducción del impacto medioambiental de la producción agrícola y ganadera, con metas concretas para el 2030 como la de reducir las pérdidas de nutrientes del suelo en un 50 % como mínimo, el uso de fertilizantes minerales en un 20 %, el uso de antibióticos en animales y de pesticidas en agricultura en un 50 %, así como de lograr que un 25 % de las tierras agrícolas estén destinadas a la agricultura ecológica.Todo ello garantizando los medios de vida a todos los operadores de la cadena de suministro de alimentos.
Para guiar a las explotaciones ganaderas hacía una producción circular y reducir el impacto ambiental de su actividad, el Ministerio ha publicado la guía de las mejores técnicas disponibles (MTD´s). Se trata de una guía muy completa elaborada en coordinación internacional dentro del marco de la Directiva 2010/75/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, que cuenta con la participación de investigadores del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). En el documento además de describirnos las mejores técnicas disponibles, se explican los principales contaminantes y los requisitos medioambientales que deben cumplir las explotaciones. Entre estas técnicas disponibles se incluyen la recogida y almacenamiento de estiércol, su reciclado, y su aplicación al campo. Por lo tanto nuestro proyecto circular encaja con la aplicación de estas MTD´s.
Plan de eficiencia de recursos
Abordar la circularidad en la ganadería requiere de un primer paso donde hay que identificar las principales entradas y salidas de recursos que se producen en el sistema productivo. En este sentido, en las entradas nos encontramos con los alimentos del ganado, los combustibles y el agua, mientras que en las salidas, además de los productos con valor en el mercado actual como la leche, la carne y los derivados lácteos (queso, cuajada, etc.), se generan subproductos como el estiércol y la lana –con un valor variable dependiendo de la localización y las características de la granja.
Esta gestión sostenible de los subproductos o residuos, además de resolver el problema de su eliminación, pueden representar una parte importante de los ingresos de la granja, así como una diversificación de la producción, un ahorro y una menor dependencia de insumos externos.
La gestión de los recursos utilizados y de los subproductos y residuos generados precisa de un plan de eficiencia (residuos cero) que, en muchos casos, debido al pequeño tamaño de las granjas, para ser rentable requiere de instalaciones colectivas donde realizar la transformación. Es en este punto donde nuestro proyecto circular adquiere su significado y presenta su potencial al proponer una planta de reciclaje de biomasa colectiva.
Revalorización del estiércol
La revalorización de subproductos es la base de ese plan de eficiencia y de entre todos los subproductos a tratar destaca el estiércol por el volumen generado (65-70 % del alimento consumido) y por las posibilidades de revalorización que presenta. El estiércol es la mezcla de las heces de los animales con orines, cama, restos de alimentos del ganado y agua (procedente de la lluvia, limpieza o bebederos). Su composición varía según la especie que lo genere, la alimentación, la composición de la cama, el contenido en agua y las condiciones y duración de su almacenamiento.
En la actualidad hay principalmente tres estrategias de valorización de deyecciones ganaderas: obtención de productos con valor agronómico, valorización energética y valorización en forma de productos de alto valor añadido. Nuestro proyecto se centra en la primera estrategia, si bien su puesta en marcha también permitiría el desarrollo de las otras dos.
Tradicionalmente, el estiércol era depositado directamente en el campo por los animales en pastoreo o utilizado como abono en los cultivos de la explotación ganadera. Con la aparición de los fertilizantes químicos y la proliferación de las ganaderías sin base territorial (intensificación), la cultura tradicional de la gestión del estiércol se ha perdido y ha pasado, en algunas zonas con altas concentraciones de animales, a suponer un problema para los ganaderos, donde un manejo inadecuado puede ocasionar malos olores, sobre-nitrogenización del suelo, contaminación del agua, además de emisiones GEI.
En las localizaciones de las ganaderías donde la producción agrícola es importante, el estiércol puede suponer una producción relevante; aunque el ajuste de la alimentación y el empleo de zoosanitarios condiciona su uso como fertilizante orgánico para la producción agrícola de calidad. En este punto es donde también nuestro proyecto adquiere una gran relevancia ya que el proceso de compostaje (descomposición biológica aerobia de la materia orgánica) que propone para el reciclado y valorización de los residuos está considerado como un proceso de «higienización» capaz de estabilizar la materia orgánica, de limpiarla de contaminantes y por lo tanto de enriquecerla para aumentar su valor agronómico.
El estiércol es un recurso que aporta materia orgánica al suelo de mucha importancia para gran parte de la península además de ser fuente de elementos nutritivos para las plantas (N, P, K y oligoelementos). En este sentido, el volumen estimado de estiércol que se produce en nuestro país es de unas 800.000t de las cuales el 40% corresponden al ganado vacuno, el 35% al porcino, el 13% al avícola y el 12% al ovino-caprino (fuente MAPA).
Esta cantidad supone un gran potencial con gran valor económico en el mercado, pero además teniendo en cuenta el elevado precio de los fertilizantes sintéticos y dado que como se ha comentado desde la UE se persigue la progresiva limitación de su uso, es un recurso que además puede contribuir a disminuir de forma indirecta las emisiones GEI producidas en la fabricación de fertilizantes químicos (fundamentalmente los nitrogenados).
Esta gestión sostenible de los subproductos o residuos, además de resolver el problema de su eliminación, pueden representar una parte importante de los ingresos de la granja, así como una diversificación de la producción, un ahorro y una menor dependencia de insumos externos. Dar un nuevo valor a los residuos y subproductos de alimentos y cosechas no destinados al consumo humano permite abaratar el coste de alimentación (40-67 % de los costes de la granja), así como sustituir o mejorar la eficiencia de los combustibles fósiles (más contaminantes y no renovables) por otros de origen biológico y renovables como la bioenergía. La utilización de los desechos de materia orgánica animal o vegetal (biomasa) para la obtención de energía (biogás) es una alternativa de futuro para uso térmico y eléctrico en las propias granjas.
Cerrando el círculo: hacia una fertilización agroecológica
El sector agrícola ya está experimentando algunos de los impactos negativos del cambio climático. Según Eurostat, la agricultura representa alrededor del 10 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en la UE-28 (excluyendo UTCUTS), lo que corresponde a 470,6 millones de toneladas de CO2 equivalente (2012). Las emisiones agrícolas generalmente están vinculadas a la gestión de los suelos agrícolas, la fermentación entérica y el manejo del estiércol.
Antes de la revolución industrial cerca del 97% del nitrógeno que soportaba la vida era fijado biológicamente. En el último siglo, la intensificación de la agricultura junto con un desconocimiento de lo que realmente sucedía en el suelo a nivel de los microorganismos, tuvo como resultado una disminución de la actividad biológica en favor de una aplicación industrial del nitrógeno en suelo agrícola. En 2009, los fertilizantes comerciales fueron responsables del 40% al 60% de la producción mundial de alimento.
La gran mayoría de los fertilizantes que se usan hoy en día en la agricultura son fabricados a base de amoniaco a través del sistema «Harber-Bosch» que fue desarrollado a principios del siglo pasado. Este sistema no usa fuentes de energía renovables y su coste energético es altísimo. La producción de una de las materias primas clave para los fertilizantes tradicionales, el amoníaco (NH3) o el óxido de nitrógeno (NOx), es un proceso que consume mucha energía y es responsable de alrededor del 2% de todas las emisiones globales de CO2.
Globalmente a dia de hoy, se calcula que se vierten al suelo fertilizantes nitrogenados por un valor total de unos 100 billones de dólares. De esa ingente cantidad, sólo entre un 10% a un 40% es absorbido por las plantas. El resto acaba en cursos de agua, volatilizado en la atmósfera, o inmovilizado en el suelo. Esto provoca grandes daños ambientales como la eutrofización de las aguas, la contaminación de la atmósfera aumentando los efectos causados por los gases de efecto invernadero, o sobre-nitrogenando los suelos impidiendo que se fije carbono.
Para la fabricación de los actuales fertilizantes se estima que el 87% de la energía se utiliza para la síntesis de amoniaco; pues bien, para fabricar una tonelada de NH3, se emiten 1,6 toneladas de CO2 a la atmósfera.
Hoy en día se conocen las consecuencias del uso masivo de la fertilización nitrogenada, según los últimos registros, entre un 60-70% de los suelos en Europa están empobrecidos por estas prácticas. Por otro lado, se reconoce más la importancia fundamental de las comunidades microbianas en los procesos de fotosíntesis y de fijación de carbono en el suelo para la productividad de las plantas.
También ya se sabe que los suelos con un alto contenido en nitrógeno son pobres en carbono, elemento esencial que actúa como regulador de macro y micronutrientes. La alta presencia de nitrógeno inhibe la actividad microbiana y por lo tanto no se forma la manta orgánica -humus- de forma natural. El resultado es que los suelos no pueden fijar C02 que escapa a la atmósfera. Se calcula que los suelos destinados a plantaciones pierden carbono a un ritmo de un 0,5% anual.
Consulta aquí porque los suelos están perdiendo carbono
Estas cuestiones nos obligan a plantearnos un giro drástico en el modelo de producción agrícola a otro modelo basado en la comprensión del funcionamiento de los agroecosistemas, en la capacidad biológica de fijar nitrógeno y carbono atmosférico, en una mayor integración entre agricultura y ganadería, en una mayor diversificación de las fincas y sobre todo, en el estudio y el conocimiento del funcionamiento de los ciclos biogeoquímicos en la naturaleza.